miércoles, 23 de abril de 2014

Ceremony


Es difícil, afrontar la posibilidad de que se le escape a uno el que se está convencido, es el amor de la vida. Pero es más difícil aún, hacer un retrato honesto de la situación, emociones, sentimientos y demás vorágine existencial que implica esta experiencia. Por esto mismo es que Ceremony (2012, Max Winkler) resulta un filme por demás loable, pues no solo logra capturarlo  y con creces; sino que aunado a esto realiza una interesante exploración sobre relaciones románticas entre personas de edades dispares.

Virtualmente desconocido (incluso en su propio país) el debut como director cinematográfico de Max Winkler, Ceremony presenta una premisa que suena familiar: un hombre se entera que la mujer que ama, está a punto de casarse con otro, así que decide hacer acto de presencia en la celebración para tratar de impedir que esto suceda. Pero el tratamiento que le da el debutante detrás de la cámara, se aleja de los clichés y resulta  bastante sorpresivo y gratificante.

Hay algo naturalista en el enfoque de Winkler, quien retrata un fin de semana de festividades previas a la boda, entre la etérea  Zoe (Uma Thurman) y su petulante prometido realizador de documentales Whit (Lee Pace perfectamente insufrible), acompañados por Sam  (Michael Angarano nostálgico y vulnerable) y su mejor amigo Marshall quienes se cuelan al evento.

Anclada en un tono nostálgico, sugerido por la fotografía en delicados y tenues tonos, casi deslavados; Ceremony es en principio una revisión de lo infinitamente complejo que resulta el amor y las relaciones de pareja. Pero es una examinación sui generis, quizá en apariencia demasiado callada, tachada incluso de derivativa. Winkler se apoya en un estilo casi documental en no pocos momentos del fin de semana de festividades previo a la boda, recurso que resulta bastante efectivo pues revela a los personajes de una manera más orgánica a través de la mirada que tenemos como un invitado más al festejo.

Injustamente comparado con los trabajos de Wes Anderson,  Winkler logra desarrollar una voz propia en el filme de su autoría. Si bien es cierto se puede encontrar una variedad de situaciones excéntricas, no llegan a serlo en el grado de los filmes del cineasta con quien se le compara; al contrario no constituyen el grueso del relato sino que se erigen como las naturales pausas entre los momentos álgidos del mismo. Así por ejemplo el deambular de todos los asistentes de la fiesta mientras se encuentra alcoholizados/drogados, y el aparentemente inconsecuente vaivén de todos ellos, acentúan ese constante crescendo emocional, ese anhelo apenas callado y contenido, del inevitable encuentro entre los protagonistas de este triángulo amoroso.

Acaso demasiado sutiles, las disertaciones y el filme, no resultan aleccionadores sino más bien reflexivos. Comenzando por la apenas mencionada historia entre Sam y Zoe, pero que se logar ver insinuada de una manera tal en sus interacciones, en sus miradas esquivas y de complicidad, en  los no tan accidentales encuentros que tienen a lo largo del relato. De lo cual se parte a las implícitas dificultades que involucra la disparidad en las edades de ambos personajes: no solo sus ambiciones son distintas, demostradas en la desarmadora ingenuidad de Sam quien cree ciegamente el amor que siente por Zoe es suficiente para que ambos sean felices, tan solo para recibir un golpe de realidad por parte de su musa quien lo cuestiona sobre su grandioso plan para vivir felices por siempre. La estabilidad buscada por Zoe parece incierta por decir lo menos en manos del en apariencia jovial Sam, que se revela más bien taciturno y desesperado hacia el final de su viaje hacia un tardío coming of age, donde le esperan agridulces experiencias sobre el amor.

Por supuesto mucho del éxito recae en el excelente trabajo por parte de los tres principales histriones. Por un lado Uma Thurman  quien logra evocar la fragilidad y magnetismo inherentes a la bella Zoe, a la vez dotándola de una gran complejidad como el objeto de afecto de dos hombres completamente distintos, y quien se disputa entre la estabilidad brindada por Whit o la encantadora jovialidad y personalidad soñadora de Sam. Lee Pace como el en principio irritante Whit, un hombre quizá demasiado seguro de sí mismo, arrogante, pero que parece comprender a la perfección las necesidades de Zoe. Y por último la mayor revelación Michael Angarano como Sam, el iluso veinteañero enamorado de la bella Zoe, un joven que se pretende rival de Whit, demasiado convencido de que el amor lo puede todo, personaje que logra dotar de la perfecta dosis de nostalgia y vulnerabilidad a pesar de la fachada de seguridad.


Finalmente hay que decir que Ceremony es mucho más compleja de lo que se le da crédito, pues a pesar de la perenne atmósfera nostálgica que permea el filme, hay abruptos cambios de tono que se revelan inteligentes paralelismos con la vida real donde los cambios de ánimo llegan sin aviso. Un filme que se siente más como una memoria, un recuerdo autobiográfico por parte de Winkler proyectado en el propio Sam. 




Angarano y Thurman en Ceremony.

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